Antes de que un problema emocional explote, el cuerpo ya avisó mil veces. Con fatiga, dolores, insomnio, bruxismo, contracturas, colon irritable, acné, caída del cabello, alergias, taquicardias, hambre emocional… Y sin embargo, seguimos como si nada. Como si estar mal fuera una fase por la que hay que pasar “apretando los dientes”.